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Nuestras emociones tienen un efecto poderoso sobre nuestra elección de alimentos y sobre nuestros hábitos alimentarios. La conducta alimentaria puede verse significativamente afectada por procesos emocionales de los que no siempre somos conscientes y a los que es necesario prestar atención.

¿En qué consiste la alimentación emocional?

Se trata de un impulso irrefrenable de comer, ingiriendo gran cantidad de comida en poco tiempo, con una especial preferencia por alimentos de alto contenido calórico. Una sensación habitual es la de pérdida de control; la persona intenta frenar esta compulsión pero no lo consigue, sintiendo que la comida domina su vida y entrando así en un círculo vicioso donde se dispara el sentimiento de culpa, particularmente después de cada atracón.

Algunas situaciones típicas de la alimentación emocional incluyen atracones a escondidas, comer más rápido del ritmo habitual, comer hasta sentirse tan lleno/a que resulta incómodo, comer cuando no se tiene hambre, evitar comer delante de otras personas, sentirse avergonzado/a por la cantidad de comida que se ha ingerido o levantarse por la noche a picar, por citar algunos de los ejemplos más habituales.

alimentacionemocional3Para las personas que la padecen puede resultar difícil identificarla como un problema, ya que la alimentación emocional no supone un trastorno particularmente incapacitante al cumplir la función de calmar la ansiedad característica que la acompaña. La consecuencia más habitual de esta forma de comer es el sobrepeso, con sus consecuentes riesgos para la salud. Además, quien desarrolla esta alteración no se encuentra bien a nivel psicológico, con fluctuaciones del estado de ánimo constantes y significativas.
¿Cuál es el tratamiento de la ingesta compulsiva?

El tratamiento es personalizado y consiste en primer lugar en identificar el origen de este problema para modificar las condiciones que están favoreciendo su mantenimiento a lo largo del tiempo. Las personas tardan una media de diez años en solicitar ayuda, y en general son resistentes a la psicoterapia, por lo que lasintervenciones educativas iniciales para la comprensión del trastorno son fundamentales.

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En un segundo momento se trata deidentificar el circuito cerrado y rígido de pensamientos recurrentes asociados a esta particular forma de alimentarse, que siguen un esquema determinado. Desde prohibiciones tipo “No voy comer de manera descontrolada alimentos que engorden” o auto-promesas de cambio como “A partir de ahora comeré sano”, todas ellas se desvanecen cuando aparece la ansiedad típica del trastorno que precede a la pérdida de control. Así, el atracón cumple la función de rebajar la ansiedad en un primer momento, aunque luego surgen sentimientos de culpa por no haber cumplido con esas promesas de cambio que la persona se había hecho.

Por lo tanto, el entrenamiento en el manejo de la ansiedad resulta clave en el tratamiento psicológico del trastorno. De esta manera, poco a poco la psicoterapia pasa de centrarse en la alimentación a centrarse en la persona, en su (in)capacidad de gestión emocional –sobre todo de la rabia- y en aspectos que tienen que ver con su autoestima, con sus expectativas personales respecto a sí misma, a su pareja, a su familia, con la posibilidad de que exista una tristeza antigua y profunda que no había identificado al estar su energía psíquica volcada exclusivamente en la comida.

De esta manera, al ampliar el foco y considerar el tema más allá de la alimentación, teniendo en cuenta a la persona y sus características particulares podemos asegurarnos un mejor pronóstico y un cambio duradero en el tiempo.

Autora del artículo: Tatiana Pérez (Psicóloga)

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Referencias bibliográficas:

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